"Para la Academia Colombiana de Historia Policial resulta muy grato aceptar la
invitación del señor coronel Germán Alberto Bulla Quintana, para hacer presencia
en la programación correspondiente a los 52 años de fundación de la Escuela
Nacional de Carabineros “Alfonso López Pumarejo”, Alma Mater de la especialidad
de Vigilancia Rural que tantas promociones de todas las categorías le ha
entregado a la Policía Nacional.
No celebraba nuestra Academia una sesión solemne acá, desde el mes de marzo
de 2007 cuando nos reunimos con ocasión del quincuagésimo aniversario del
Criadero de Mancilla, lecho de muchas caballadas que, a la par de sus
preparadores, palafreneros y jinetes, han servido a lo largo y ancho del territorio
colombiano para, con su sola presencia, prevenir y proteger la vida y los bienes
del campesino.
El doctor Carlos Holguín Mallarino, el Presidente reconocido como fundador del
Cuerpo-Institución Policía Nacional, lo concibió como la entidad encargada de
garantizar la convivencia del territorio nacional.
Así lo hizo saber al comisario francés Juan María Marcelino Gilibert Laforgue al
impartirle las directrices necesarias para que se encargara de organizar lo que
empezaba por la capital santafereña y sus alrededores.
Nace así la función básica de la vigilancia, la verdadera cuna irremplazable de la
función de policía, en la cual los asociados ponen todas sus esperanzas en que se
les garantice la protección de sus derechos fundamentales.
Con el tiempo, esa policía de vigilancia se subdivide en dos: la vigilancia urbana y
la vigilancia rural. Son las manifestaciones más firmes de la función policial. Las
que hoy conocemos como muchas ramas o direcciones especializadas, han
nacido por las necesidades y evoluciones de la vida moderna o, incluso, nuevas
manifestaciones del delito; no sé qué tan aventurado sea asegurar que, con la misma facilidad que se ha forzado su nacimiento, organización y crecimiento, se
pueda pensar en su desaparición y –así nos duela-, el traslado de funciones a
nuevos cuerpos o ya existentes organismos del estado o a entidades semioficiales
(como ya se ha visto en otras épocas). Pero de lo que sí estamos seguros, es que
tanto la vigilancia urbana como la rural, constituyen el fundamento esencial del la
función policial y, por tanto, ellas nunca podrán desaparecer.
Cuando se habla de la policía de vigilancia, a secas, se da por sentado que se
refiere al cuerpo especializado en la urbe, que toma asiento en las ciudades, en el
casco urbano de los pueblos, caseríos y corregimientos, para que, como nos
enseñó Cervantes y su magistral don Quijote, el Policía sea “el amable
componedor de entuertos” que surgen en las más elementales comunidades.
El Policía Rural, ese hermosos binomio conformado por el jinete y su caballo,
están para proyectarse a esa otra Colombia, a la Colombia campesina, a la tierra
donde germina la verdadera raza pujante que labra el surco y que desde las
primeras horas del día hasta el anochecer, trabaja de sol a sol por la grandeza de
nuestra patria.
A esos policías que con orgullo portan el uniforme verde aceituna, adornado con el
sombreo alón, su pañoleta y sus vistosos arreos amarillos que, de un tiempo acá,
se les ha llamado “Carabineros de Colombia”, pretensión que tuvieron desde un
comienzo las Misiones del Cuerpo de Carabineros de Chile que encontrándose en
Colombia, en sus momentos, mucho aportaron a esta Rama de la función.
También, en otras épocas se les llamó alguaciles veladores, alguaciles custodios,
guardias nacionales, miembros de los escuadrones montados, los rurales,
guardias de carabineros; así nos lo recuerda el señor teniente coronel (r) Luis
Eduardo Altamar Valdivia, querido y respetado investigador de la historia de la
especialidad, incansable Presidente del Capítulo Risaralda de nuestra Academia,
en su libro “Génesis, pasado y presente de los Carabineros de Colombia”.
Muchos jinetes se han cubierto de gloria en el cumplimiento de su deber; han
llevado hasta lo más alto el lema “Compañerismo, Integridad, Bravura”, en defensa
de los intereses de la comunidad; con su sangre, e incluso con la de sus
caballares, han llegado hasta el sacrificio.
La Escuela Nacional de Carabineros “Alfonso López Pumarejo”, que nació en la
localidad de Suba y hoy se ubica en estas magníficas instalaciones de Facatativá,
ha sido fundamental en el crecimiento y desarrollo de la especialidad de los
Carabineros de Colombia. Desde sus comienzos se ha puesto a la cabeza de los
demás institutos de formación, capacitación y especialización de su ramo. Todos a
una, oficiales, suboficiales, nivel ejecutivo, agentes, patrulleros y personal no
uniformado, se han caracterizado por su arrojo, valor, disciplina y mística, que les
impulsan a mantener el prestigio de la especialidad.
Al felicitarlos por este nuevo aniversario de fundación de la Escuela Nacional de
Carabineros, me complace destacar no solo al personal de planta del Instituto,
sino a los integrantes del GOCAR (Grupo de Oficiales Carabineros) con su
Presidente el señor general Pablo Alfonso Rosas Guarín a la cabeza, y los demás
miembros de la especialidad en servicio activo y en uso de buen retiro que nos
acompañan en este acto.
De otra parte, expreso nuestra complacencia por el ingreso del señor coronel
Germán Bulla Quintana, Carabinero muy ilustre, responsable hoy y desde hace un
par de años de la Dirección de la Escuela, quien es recibido en esta sesión
solemne como Miembro Correspondiente de nuestra Corporación, gracias a su
trayectoria, a sus calidades personales, humanas y profesionales como quiera que
presenta una intachable hoja de vida y una trayectoria digna de un abanderado de
su especialidad.
Justo es resaltar aquí, que el señor coronel Germán Bulla Quintana, lleva en sus
venas la insignia de la estrella, el sable y la carabina, como quiera que es hijo de
ese otro gran caballero, superior e insigne Carabinero, el señor brigadier general
Jorge Enrique Bulla Quintana.
Bienvenido a la Academia, felicitaciones señor coronel Germán Bulla Quintana y
gracias por las atenciones de que hemos sido objeto." Fuente
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